Desde hace 10 años, Albertina Colinecul, de 66 años, vende billetes de lotería y cartones en una esquina de Sarmiento (Argentina).
Durante todo este tiempo, a pesar del sueño, nunca pensó que podría ganar un premio en metálico tan grande con los billetes que vende. Pero su día de suerte llegó.
Al principio pensó que era mala suerte, después de todo, no había conseguido vender todas las entradas. Pero en cuanto vio el resultado del partido, todo cambió. El boleto ganador tenía un valor de 1 millón de pesos, equivalente a casi 35.000 reales.
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El billete tenía el número 21.356. Los dos últimos números coincidían con el año de nacimiento de Albertina, así que decidió quedarse. Días después se enteró de que el boleto había ganado y que tenía un gran premio que ganar.
Como la mayoría de la gente, Albertina se imaginaba ganando a lo grande con un premio de lotería y se preguntaba qué haría con su vida si lo conseguía.
Tenía un rayo de esperanza porque un día ganó 2.000 pesos al equivocarse en todos los números.
El día que sólo le quedaba un boleto sin vender y que contenía dos números que consideraba afortunados, Albertina supo hacer caso a su intuición.
“Me quedé con ese billete porque miré el número y terminaba en 56. Ese es mi año de nacimiento y pensé que me traería suerte. Cuando fui a la agencia después del sorteo para buscar cartuchos para vender de nuevo, miré el tablero y había dos ganadores. Uno era el mío. No me lo podía creer, aunque, como ya te dije, siempre soñé que algún día ganaría un gran premio. Y esta vez ocurrió”.
Puedes imaginar el caldero de emociones que le dio vueltas a la cabeza de esta señora. Una mezcla de alegría, de euforia, de duda sobre si era realmente cierto. Luego, cuando las cosas cayeron, se volcó en la felicidad, junto con su familia.
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“Vamos a ampliar la casa para vivir más cómodamente. Y nos daremos algunos caprichos”, dijo.
Albertina se merece sin duda este gran premio después de tantas dificultades que ha experimentado en su vida.
De su primer matrimonio tiene un hijo, Leonardo, de 23 años. Con su segundo marido, Albertina tuvo seis hijos, pero sólo cuatro siguen vivos: Fabián, Matías, Martín y Tony.
Hace dos años perdió a su hija María del Carmen en un accidente de tráfico y, unos meses después, a su hijo Evaristo, que era adicto al alcohol y sufrió una sobredosis. “Fueron golpes fuertes, pero tenemos que seguir adelante”, dice Albertina.
Hasta hace poco, Francisco, su actual marido, estaba en paro. Antes de dedicarse a la venta de cartones y billetes de lotería, Albertina solía hacer trabajos esporádicos de jardinería con él. “Arrancábamos las malas hierbas y la gente nos pagaba”, dice la mujer.
Las cosas mejoraron un poco cuando Leonardo consiguió un trabajo en una panadería y Francisco se convirtió en conserje de la escuela.
“No lo recuerdo bien, pero debo llevar 10 años vendiendo tarjetas. Ni siquiera la lluvia, el frío, la nieve o el calor, nada me detiene. La gente ya me conoce y me compra. Vendo hasta 30 barajas al día [de entradas]. Bueno, la última vez vendí 29 y me quedé con una, por suerte”, concluyó.
Fuente: Clarín.