La deforestación es una realidad cada vez más angustiante en el mundo. De los bosques depende la purificación del aire que respiramos y, por supuesto, el equilibrio del clima en nuestros entornos. Pero la tala y destrucción de los mismos es cada vez más sistemática, y muchos de estos bosques explotados ya han desaparecido, dejando a su paso sequía y desolación.
En los años 90, ecologistas Daniel Janzen y Winnie Hallwachs habían decidido emprender un proyecto en Costa Rica. Ellos habían tenido una idea, y se la presentaron a la empresa Del Oro, una productora de jugo de naranja que había comenzado a trabajar en los linderos del norte del bosque Guanacaste, una zona protegida. La propuesta fue encargarse, sin costo, de los residuos de cáscara y pulpa de esta fruta, a cambio de permitirles cuidar de una sección del bosque.
Mil aviones desecharon sobre lo que alguna vez había sido un bosque frondoso en Guanacaste, unas 12.000 toneladas cúbicas de cáscaras de naranja. Y así lo hicieron, aunque no sin percances, pues un año después, la empresa fue demandada por su competidor, TicoFruit, por supuestos daños ecológicos en Guanacaste.
El paso de los años
A pesar de la demanda, los desechos de naranja no fueron retirados del Guanacaste, de modo que igual el experimento siguió adelante.
Los ecologistas habían dejado una marca en el bosque para poder verificar los efectos de lo que habían hecho. Pasados los años, cuando Janzen y un compañero volvieron al lugar, no pudieron encontrar la marca. Pasaron horas tratando de encontrar la marca, hasta que se aseguraron, por otros signos, de que sí estaba en el lugar correcto.
¿Pero qué había pasado? ¿Por qué no lograban encontrar la marca? Por una simple, pero maravillosa razón. El bosque se había reforestado con el paso de los años gracias a los lotes de cáscara de naranja que habían sido arrojados allí.
Impresionados por lo que habían logrado, tomaron fotos del bosque y las compararon con las que habían tomado 16 años atrás, antes de las cáscaras de naranja ye inmediatamente después de las cáscaras. Esta fue la imagen que le regalaron al mundo:
Este episodio llamó la atención de la Universidad de Pricenton, y decidieron publicar un articulo en las redes en el cual se habla de este fenómeno, a todas luces beneficioso para la reforestación. De hecho, no solo los árboles volvieron a aparecer y la vegetación creció, sino que las especies animales volvieron a habitar aquel lugar que había quedado desolado.
Esto quiere decir mucho para nosotros: si existe la voluntad de responsabilizarnos por el ambiente, podremos aliviar a la Madre Tierra, a la Pachamama, de todos los males que le hemos provocado con la industrialización.
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