Felipe Pascual Pacheco, más conocido como el Tigre del Quequén, es un hombre que pasó a la historia en su pueblo. Este gaucho matrero argentino es una leyenda, en parte, por su vida errante y por el facón en su cintura. Al término del siglo XIX, este se refugiaba en una caverna situada a orillas del río Quequén Salado. ¿Quieres saber en qué se ha convertido dicho lugar ahora? Entonces, continúa leyendo para descubrir este y otros detalles.
La leyenda del “Tigre del Quequén”
La leyenda del Tigre del Quequén no está exenta de polémicas. Para algunos historiadores, Felipe Pacheco fue un pendenciero, al cual llegaron a describir como “fugitivo por la injusticia” Este a penas desvainaba un facón para defenderse de las provocaciones que otros gauchos le hacían, los cuales querían broncas y fama.
Es por esta última característica que para varios historiadores era como un Robin Hood pampeano. Opinión que contrasta con la de bandido rural, como ha sido tachado por otros.
Para centrarte en la historia de este personaje, debes saber que este hombre rural vino al mundo en Palermo, un bario porteño, en 1828. Sus padres lo abandonaran cuando era chico, cosa que hizo que una mujer llamada Gregoria Rosa fuese quien lo crió.
Ya en su juventud, Pacheco hirió de gravedad a un conocido matón a sueldo de aquel entonces, en un trágico hecho. Por causa de lo ocurrido, este tuvo que huir tierra adentro. Hay que destacar que debido a este incidente, el gaucho adquirió la fama a punta de cuchillo. Tanto es así que los otros gauchos tenían miedo de él y decían que era invencible con el rebenque y el facón.
Sus mañas con el facón y el rebenque ayudaron a que se le bautizara como el Tigre del Quequén. Asimismo, su astucia, su espíritu de fiera y su habilidad para esquivar a la policía.
Un peón de campo
A pesar de ser un indomable gaucho, Pacheco trabajó como peón en las tareas del campo. Este tenía mucho arte para domar a los caballos. Sin embargo, todo cambió en 1866. Siguiendo su instinto de gresca violenta, en dicho año acabó con la vida de otro gaucho. Cabe destacar que la situación fue a peor porque, según se comentaba, gozaba de protección por parte de las autoridades.
Por culpa de este episodio, el Tigre tuvo que huir de nuevo para el interior de la provincia y abandonar a su familia, entre los que se encontraban varios hijos.
Harto de estar huyendo y de ser perseguido, Pacheco buscó un refugio donde cobijarse. Este acabó siendo una inmensa cueva a orillas del río Quequén Salado, en los alrededores del pueblo de Oriente. Dicho escondite o refugio, a día de hoy, se ha convertido en una atracción turística llamada la Cueva del Tigre.
Pero, la tranquilidad no le duró mucho tiempo, ya que un piquete de soldados lo capturó. Dicho piquete estuvo al mando del comisario de Necochea, Luis Aldaz. A partir de ahí, se empezó a conocer como “el Gorra colorada”, de acuerdo con el historiado Carlos Galván.
En su ejemplar, Galván reafirma las labores de Pacheco como domador, peón, resero y mano derecha del comandante y Juez de Paz de Lobería, Miguel Martínez de Hoz. En lo que respecta a Martínez de Hoz, este fue el dueño de la Estancia “El Moro”. A pesar de ello, cuando estalló la guerra del Paraguay, el Tigre fue perseguido por causa de las cuestiones políticas de su jefe.
Gorra colorada
Teniendo en cuenta el relato del libro de Galván, se sabe que Pacheco fue hacia Tres Arroyos. Lugar donde trabajó como asistente del juez Paz. Es en ese tiempo que Bernardo Arriaga y Antonia Arancibia le avisan que desde el juzgado de Dolores están pidiendo que lo capturen de manera inmediata.
El operativo para atraparlo estuvo a cargo del policía “Gorra colorada”, el cual capturó a Pacheco cuando este se disponía a salir de su cueva.
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Puedes ver la Cueva del Tigre en el siguiente vídeo.