De una cosa estamos seguros: los niños no deberían morir, y un padre no debería enterrar a sus hijos, pues no existe dolor más grande que lidiar con este desafío de la vida.
Pero las cosas no son siempre como deberían ser. Esta es la historia de un hombre muy especial. Estaba casado y tenía una niña. Un día, su mujer lo dejó, y él se hizo cargo de la pequeña. Fueron los mejores amigos, se ayudaban mutuamente.
Sin embargo, la vida tenía reservados otros planes para la pequeña. Así, de un momento al otro, ella se enfermó. Su padre decidió propinarle la mejor atención médica que pudiera, y luchó incansablemente para superar la enfermedad.
Lamentablemente, nada funcionó, y la pequeña murió. Desde ese día, este hombre se encerró en a casa. No veía a nadie, no comía, no hacía nada. Simplemente, se dedicó a vivir su duelo, quizá más allá de lo necesario.
Un día tuvo un sueño. Vio en el sueño que unos ángeles desfilaban delante de él… un hermoso coro angelical. Todos portaban con ellos una vela encendida, y lucían felices y radiantes.
En la línea, había una niña que llevaba la vela, pero estaba apagada, a diferencia de todas las demás. Al acercarse, notó que era su hija la que llevaba la vela apagada. Entonces, él preguntó: “¿Por qué tú eres la única que lleva la vela apagada?”. La niña respondió: “Ellos la han tratado de encender varias veces, pero tus lágrimas siempre la apagan”.
Desde ese día, este padre comprendió que debía cambiar su actitud. Amó mucho, y ahora le tocaba aceptar que la vida sigue adelante, y que el mejor homenaje es dar libertad al propio corazón y al alma de quien ha partido. ¡Que su vida haya sido fruto abundante!
El video a continuación es realmente conmovedor, donde un padre nos revela frente a la tumba de su pequeña qué fue lo que pasó (subtítulos en español):