Rio es una niña de Tulsa, Oklahoma, que todos los días tenía la costumbre de saludar y hacer señales a los choferes de un tren que pasaba por su localidad. Como aquello se había vuelto costumbre, los hombres también le correspondía el saludo, pues había notado su presencia.
Tres años después, cuando pasaban por allí como siempre, los choferes no encontraron a Rio, sino que en su lugar, vieron un cartel en la ventana.
Briana Hefley Shepard conoció esta historia desde otro punto de vista. Ella nos narra en su cuenta de Facebook los acontecimientos, que traducimos para usted:
“El negocio familiar se trasladó a una nueva localidad hace unos tres años. Se encuentra a lo largo de los senderos del tren, lo que quiere decir que tenemos un asiento de la primera fila para ver todo el trayecto de los trenes. Río lo adoraba. Muy pronto los conductores notaron que ella les decía que los esperaba. Con el paso del tiempo, aquello se convirtió en su ritual. Ellos tocaban el silbato del tren, ella corría hacia la ventana y saludaba. También ellos abrían la ventana del tren y la saludaban a ella. Todos sonreían de oreja a oreja. Me conmovía hasta las lágrimas ver aquello casi todos los días.”
Entonces, semanas atrás, Río comenzó a ir a la escuela.
Su ida diaria a la escuela me afectó un poco más de lo que esperaba, sobre todo el primer día cuando el tren pasó y ella no estaba allí para saludar. Ellos soplaron sus silbatos, abrieron sus ventanas, pero yo era la única que estaba allí, llorando. Al día siguiente, les hice una señal y escribí: “Ella comenzó la escuela”. Oí el silbato, fui corriendo hasta la ventana y sostuve el cartel…
Ah, ¡cómo lloré!.
Esta mañana, poco después de entrar en la tienda, alguien tocó la puerta. Era un hombre con una camisa amarilla y los auriculares de oídos. Supuse que era un trabajador de la construcción que venía a hablar sobre el tema, porque de eso trata nuestro negocio. Pero me equivoqué. Él estaba allí para preguntar sobre la niña de cabello rubio que saludaba los trenes. Él era uno de los conductores y quería saber qué había sucedido con ella.
…Ellos habían visto mi cartel, pero no entendieron lo que estaba escrito. Supusieron que ella había empezado en la escuela, pero querían asegurarse de ello. Él me dijo que aquellos saludos cotidianos alegraban sus días. Durante tres años ellos compartieron esos momentos.
“Ellos querían hacer algo por ella, pues sentían su ausencia. El señor me preguntó si podrían enviarle algo y le dije ‘claro!’. Ellos dijeron que enviarían un regalo de cumpleaños en unas semanas.
El testimonio de esta amistad no convencional en los últimos años ha sido mágico. Saber que los conmovió tanto como a nosotros, me llena de amor y esperanza. Esta visita de hoy y la gentileza hacia Rio reafirmaron mi fe en Dios y en la humanidad. Son momentos que nunca olvidaremos.