Hay personas que tienden a quejarse todo el día por todo. Asimismo, a fijarse mucho en la vida de los demás y a compararla con la suya. Esto acaba por incrementar el número de protestas al ver que los otros progresan y ellos no. Pero ahí está en problema, en que se pasan el día entero lamentándose. Quejarse atrae pobreza, pero la gratitud esparce la abundancia.
Por qué quejarse atrae pobreza, pero la gratitud esparce la abundancia
La mente tiene muchísimo poder, además de ser muy imaginativa. Por lo tanto, si empiezas a pensar en algo, esta sola formará una realidad sobre eso, la cual puede llegar a ser tóxica. Sin embargo, cuando eres positiva y comienzas a agradecer, tus pensamientos cambian y las cosas buenas llegan a ti. Es por ello que quejarse atrae pobreza, pero la gratitud esparce la abundancia.
Ten bien presente que el hecho de estar quejándote todo el rato no va a cambiar las cosas. Es más, incluso las puede empeorar. La forma en la que te expresas puede atraer la desdicha y hacer que no avances.
Por el contrario, la gratitud está del lado de la gente que está bendecida, que es agradecida y que tiene luz. De esa que siempre ve el vaso medio lleno, que no tiene vocablos ofensivos, ni malsonantes ni que es tóxica.
Puede que no lo creas, pero la realidad es el resultado de tus pensamientos. Los problemas que tienes y el hecho de que tu vida no sea próspera, en la mayoría de los casos, el responsable eres tú mismo. Por tu boca puedes acercar tanto maldiciones como bendiciones. Eres tú el que decide cuál es el camino que deseas seguir.
Si el deseo que tienes es el de tener una vida tranquila, feliz, en paz, con abundancia y cosas buenas, evita hablar de penurias, melancolía ni busques compasión, ya que la naturaleza se unirá y evitará que salgas adelante y que consigas tener la vida que deseas. Presta atención a la manera en la que te expresas sobre otra gente y, especialmente, sobre tu persona, ya que la forma en que hablas ayuda a precisar tu verdadera identidad. Por ejemplo, al decir cosas como “yo nunca voy a conseguir hacer eso”, tú mismo estás marcando tu destino con una maldición y cortándote las alas.
Siempre positivo, nunca negativo
Entre maldecir y bendecir, decántate siempre por la segunda opción. Aunque la primera es mucho más fácil y casi todo el mundo lo hace todos los días, y muchas veces sin ni siquiera percatarse. Para ello no es preciso decir “te maldigo”. El hecho de platicar mal sobre alguien, algo incluso sobre ti mismo ya es una maldición.
Por ello, una vez más, se recalca la necesidad de prestar mucha atención a lo que dices. Tu boca debe ser una bendición y no una maldición. De esta forma, las cosas buenas te perseguirán y llegarán a ti.
Por último, dado que quejarse atrae pobreza, pero la gratitud esparce la abundancia, no reclames tanto y charla sobre cosas que sean productivas. Cuanto menos hables sobre un problema, más pequeño se hará este, lo que ayudará que en tu mente quede más espacio para afrontar los desafíos que la vida te pone y dar con las soluciones correctas.
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Para finalizar, en el siguiente vídeo puedes ver qué pasa cuando te dejas de quejar por todo.