En 2015, un niño estaba en una sesión de terapia con la psiquiatra infantil, Eugénie Izard, en Toulouse, en el sur de Francia. En esta sesión, el niño reveló que su padre, el cual es médico, abusó de él sexualmente.
Eugenia sabía que necesitaba mantener la confidencialidad de cualquier tipo de revelación que se le dijera durante una sesión. Sin embargo, existe una ley en Francia que autoriza el secreto compartido en casos extremos, como para proteger la seguridad y la vida de personas vulnerables.
Por ello, la doctora supo que no podía dejar que esta revelación quedara impune. Remitió el caso a un juez de menores para que se protegiera al niño y se castigara al criminal.
Sin embargo, el caso dio un giro inesperado. Después de 5 años sin que se hiciera nada, Eugénie fue la persona punida.
El consejo médico francés prohibió a la psiquiatra ejercer su profesión de abril a junio de 2021, dado que debería haber remitido el caso a la fiscalía, no a un juez de menores. Resulta al hacer las cosas de la manera en que las hizo violó el sigilo médica.
Si la intención de Eugénie fuese mala, tal vez no habría fundado, junto con otros compañeros profesionales, la Red de Profesionales de Protección a la Niñez y la Adolescencia (REPPEA), de la cual es presidenta.
En un vídeo grabado y publicado en febrero, la psiquiatra lamentó la decisión del tribunal, que punió el lado equivocado de la historia.
“Hoy pago el precio de mi compromiso… Mi compromiso de proteger a los niños contra el abuso. No cerré los ojos, aunque su padre, a quien acusó de maltrato, era médico. Años de presión y represalias hasta este escandaloso final de la sentencia”.
Por mucho que existan los medios adecuados para presentar cada tipo de queja, la médica no necesitaba un castigo como este para mostrarle cuál es el camino que debe seguir la próxima vez.