A diario las personas se enfrentan a pequeñas lagunas de la memoria: por ejemplo, dónde están las llaves del carro, o cuál era aquella tarea pendiente. Los olvidos forman parte de la rutina cotidiana. Solo que cuando le ocurren a personas jóvenes no se les presta atención. En cambio, si le ocurren a personas mayores, se asume que algo está pasando.
Es mejor verificar si se trata de algo pasajero o funcional antes de alarmarse. Por ejemplo, las lagunas de memoria hoy en día suelen estar muy relacionadas con factores de estrés y alta tensión nerviosa en personas académica o laboralmente activas.
Cuando no se trata de una enfermedad sobre el área cognitiva, los blancos de la memoria pueden trabajarse con ejercicios y una adecuada atención, dice el doctor Wilson Jacob Fº en una entrevista ofrecida al portal DRAUZIO.
Wilson Jacob Fº señaló que, en efecto, la buena memoria no es algo de lo que la gente se ufane, pero la pérdida de la memoria sí es algo de lo que la gente se preocupa. Suelen atribuirlo al envejecimiento, pensando que en el pasado la memoria era mejor, pero no se dan cuenta de que la memoria nunca ha sido infalible en ninguna etapa. Es decir, no evalúan el contexto.
Memoria de corto plazo, de largo plazo y memoria selectiva
Para el experto, la memoria trabaja a partir de estímulos provenientes de palabras, números, sonidos y conceptos que arman la estructura del pensamiento, y se distingue la memoria de corto plazo de la memoria de largo plazo.
En realidad, el cerebro necesita desechar los datos de la memoria de corto plazo para almacenar información en la memoria del largo plazo. Muchos de los datos diarios que procesamos no son necesarios para los procesos de cognición en el largo plazo. Eso significa que la memoria es selectiva.
Aparentemente, la memoria selectiva se relaciona con las fases del sueño de manera interactiva, reorganizando la información según las necesidades del individuo. Por ende, la memoria está relacionada de manera compleja a muchos procesos biológicos que la influyen positiva o negativamente.
Memoria, edad y contexto
En efecto, con la edad es posible que el proceso de adquirir nueva información se haga más lento. Esto ocurre porque cambia la manera de aprender, pero eso no quiere decir que no sea posible almacenar información nueva.
Antes de juzgar si la persona tiene buena o mala memoria en comparación con su pasado, es necesario que se tome en cuenta el contexto presente. A lo largo de los años las personas van acumulando un universo mayor de referencias, referentes y experiencias que se traducen en información que deben registrar y almacenar. Esta información va ganando volumen, y por supuesto que no es lo mismo catalogar una base de datos pequeña que una de grandes dimensiones.
A eso se suma que el universo de preocupaciones y ámbitos en los que se desenvuelve una persona en su edad madura es mucho más amplio que el que tenía en su juventud, lo que equivale a que la atención está distribuida en más focos.
La memoria, así como todas las actividades y habilidades cognitivas, requiere entrenamiento. Mientras más se practique, mejor se desarrollará. Por eso es importante, también, buscar actividades que la mantengan activa y estimulada. Y esto puede afectar a individuos de cualquier edad.
Identificar las fallas funcionales de la memoria
Puede decirse, según Wilson Jacob Fº, que la pérdida de la memoria es patológica cuando el problema es denunciado por el entorno familiar o afectivo del paciente, y no por el paciente mismo. Como existe la tendencia casi universal de que las personas se quejan de su propia memoria con el paso de los años, estas quejas suelen ser muy subjetivas y descontextualizadas.
Cuando estas quejas provienen de las personas con quienes los afectados habitan, es necesario tomar cartas en el asunto y hacer los test específicos para determinar, en relación a la edad y nivel cultural del sujeto, hasta qué punto puede haber daño funcional.
Para más información sobre la memoria, vea el siguiente vídeo:
