Vivimos en un mundo en el cual cada quien es libre de expresar sus opiniones. Por supuesto que las redes sociales potencian esa posibilidad, y hace que opinar sea más fácil que tragar un buche de agua.
Así, encontramos siempre muchas opiniones, y de todos los tipos, pero una cosa que espanta de las redes, es la ligereza con las que se dicen ciertas cosas, sin medir el impacto que tienen, pues las opiniones que escribimos llegan mucho más allá de nuestro círculo íntimo de amistades.
A mí me gusta llamarlas “opiniones de bar”, esas opiniones que uno intercambia son sus amigos mientras se toma unos tragos, de manera desenfadada y sin pensar mucho en lo incorrectas políticamente que puedan ser.
Pero el mundo es otro. No podemos estar lanzando “opiniones de bar” así como así. Pueden arrastrar muchos problemas, y si hasta una opinión bien formada puede llevar a una persona al paredón de fusilamiento moral, ¿cuánto más a una opinión irresponsable que no toma en cuenta el poder de la palabra?
Esto le pasó a Ani, una tuitera que, evidentemente, no lo pensó mucho antes de escribir: “Exijo zonas sin niños, ya que hay zonas sin animales. Al igual que a ti no te gusta mi preciosa perra, a mí no me gusta tu niño de m…”
Este comentario, por demás ofensivo, desató la ira de los internautas. Claro que nadie está obligado a que le gusten los niños, pero hay una diferencia más que elemental entre eso y la intolerancia social.
Algunos pocos estuvieron de acuerdo con ella, pero la mayoría se desató también en opiniones lacerantes e hirientes, rebasando, a mi juicio, todos los límites del debate constructivo, para reducirlo todo a un desahogo de frustraciones protegidas desde el anonimato. Vea usted algunas de las respuestas más candentes:
¿Qué opina usted de estos casos? ¿Cree que ella tiene razón o no puede comparar a un perro con un niño? ¿Comparte la opinión de Ani? Cuéntenos todo.
Y no deje de ver este vídeo, que seguramente, le dará mucha tela que cortar:
