Mehmet Ilhan era un hombre que tenía un perro muy querido, llamado Cesur. Ya en sus años dorados, los dos andaban juntos de un lado para el otro. Cesur acompañaba a Mehmet a cualquier parte a la que él fuera, como si se tratase de una manada.
Un día Mehmet enfermó y fue hospitalizado. En esos días, fue muy obvio para toda la comunidad, y especialmente para el hijo de Mhemet, Alí, lo afectado que estaba Cesur, pero aún así, no fueron capaces de pensar más allá.
El hombre pronto quedó paralizado de la cintura para abajo, Cesur comenzó a mostrar signos más palpables de que algo le ocurría. Entre ellos, el más notorio era lo poco que comía. Alí sentía mucha inquietud pero no hallaba qué hacer al respecto.
Tristemente, llegó el día de la muerte de Mehmet. Alí tuvo que ir a enterrar a su padre al campo santo. Y por supuesto, el perro le acompañó, ya que Alí decidió tomar cuenta de él.
Con el paso del tiempo, Alí notó algo extraño. Cesur salía todos los días solo, y se perdía por un rato. Así que Alí decidió espiar al animal para descubrir en qué andaba. Pero su sorpresa no pudo ser mayor.
Cesur caminaba todos los días a la tumba de Mehmet, y reposaba en ella un par de horas. Para confirmar lo que había visto, Alí procuró al cuidador del cementerio, y éste le confirmó que, en efecto, todos los días Cesur estaba sobre el túmulo de su padre.
Alí no podía aguantar las ganas de llorar. Fue tan conmovedora la reacción y el amor de Cesur, que de ahí en adelante, Alí lo acompaña a diario a visitar la tumba de su padre.
Pero el caso de Cesur no es el único. El nexo entre perros y amos es realmente conmovedor. Vea este vídeo:
