El joven sudafricano, Martin Pistorius, era saludable hasta los 12 años de edad. Un día, cuando regresaba de la escuela, no conseguía caminar y, poco a poco, sus músculos se fueron debilitando, debido a una infección cerebral.
El problema se agravó y, por 12 años, permaneció inmóvil. Toda la familia y los médicos creían que el joven estaba en coma. Durante todo el período en que estuvo inmovilizado, Martin fue víctima de una condición que lo mantuvo preso en su propio cuerpo y no en coma. Él comprendía todo lo que ocurría a su alrededor y escuchaba los debates de los médicos y familiares sobre su condición de salud. Se había convertido en un fantasma. A los 14 años, tenía la misma función cerebral que un niño de 3 meses, y los médicos decidieron que la mejor opción para él sería llevarlo a un lugar más capacitado para atenderlo mejor que en casa.
En una ocasión, oyó de boca de su propia madre, que prefería verlo muerto que en esa condición. La mujer dijo, después, que se arrepintió de aquella declaración. La verdad es que Martin fue víctima de una enfermedad degenerativa que lo desconectaba del mundo.
Uno de esos médicos notó que el joven entendía lo que ocurría a su alrededor y esa fue la llave para la libertad.
Con mucho esfuerzo y tras años de terapia intensiva y ejercicios, fue capaz de escribir mensajes y responder a través de ordenadores, aprendiendo a leer y escribir. Martin retomó el control de su cuerpo hasta lograr comunicarse por medio de un dispositivo electrónico.
Se caso en 2009, un año después de conocer a la mujer que sería su esposa, Joanna, una trabajadora social que conoció a través de su hermana y con la que en un inicio entabló una relación que se fue gestando por internet.
Después de recuperarse, confesó que sus cuidadores en el centro asistencial abusaron sexualmente de él por años, en especial una mujer, que lo sometió a abusos físicos y mentales. “La he perdonado, a ella y a toda la gente que abusó de mí durante esos años. Sé que esas cosas ocurren donde hay niños o adultos demasiado débiles, silenciosos o mentalmente indefensos para poder contar sus secretos.” aseguró.
La situación de Martin es usada como instrumento para incentivar a las personas a no desistir nunca y está relatada en su libro, Ghost boy (el niño fantasma).