¿Sabía usted que el Papa Francisco suscitó un milagro en México? Pues así es. Esta es la historia de Mauricio Mota Sánchez, un chico de 15 años de edad que había pasado toda su vida parapléjico, es decir, con la mitad de su cuerpo paralizado. Mauricio, evidentemente, nunca caminó, así que su vida no fue como la de otros niños.
Sus padres, Florencia y Enrique, viven en Oaxaca con el chico. Son, como se deja entrever, una familia de fe. Por muchos años le dieron a Mauricio todos los cuidados médicos disponibles a los que tenían alcance, pero no hubo resultados. Al enterarse sus padres de que el Papa Francisco vendría a México, ahorraron todo lo que pudieron para poder verlo. Y en efecto, ¡lo lograron!
El señor Enrique logró alcanzar al Santo Padre, le contó lo sucedido, y éste, conmovido por la historia del pequeño, lo buscó, lo tomó en brazos, rezó por él y lo bendijo.
La fe tiene caminos que la razón no comprende. Este gesto amoroso del Papa suscitó en este chico la fe en Dios, y de esa fe, Dios hizo un milagro. Dicen los padres de Mauricio que sintieron que algo había pasado desde el momento en que recibió la bendición.
Como la “mujer con hemorragia” (hemorroísa) del evangelio, que tan solo al tocar el manto de Jesús, alcanzó la sanación sin decir palabra, así fue la confianza y la fe inspirada por el Santo Padre en la misericordia de Dios, que sin advertirlo voluntariamente, este joven recibió la sanación.
Según el testimonio ofrecido por los protagonistas de esta historia, Mauricio no tardó en dar sus primeros pasos. ¿Qué camino emprenderá ahora que ha sido tocado por semejante bendición? Sin duda alguna, el camino de la alegría. Y al Papa Francisco habría que decirle: “vaya que esto es dejar una huella imborrable”.
