El protagonista de esta historia es John, padre de familia y felizmente casado con su esposa, quién llegó muy ebrio después de la fiesta de navidad de la compañía en la que trabaja.
John no bebe casi nunca, en muy pocas ocasiones su esposa y su familia lo han visto borracho, pero en esta fiesta en particular, el universo conspiró para que él se divirtiera más de lo que usualmente hace. La bebida y la comida estaban excelentes, el ambiente social y musical era perfecto,razones que provocaron que John tomara más de la cuenta.
Al día siguiente, despertó en su cuarto sin saber cómo había llegado a él, no se recordaba de prácticamente nada, se sentía muy mal física y mentalmente y se encontraba muy preocupado por haber hecho algo malo durante su borrachera.
Cuando se levantó de la cama con un fuerte dolor de cabeza, observó que había un par de pastillas con un vaso con agua sobre la mesa, al lado también había una rosa y en la silla tenía su ropa limpia y doblada lista para ser usada. Se cambió y al caminar por la casa observó que todo se encontraba muy limpio y ordenado, pero fue en el baño que descubrió lo peor: ¡tenía un ojo morado!.
¡No podía creer lo que estaba sucediendo!
En el espejo también encontró una nota de su esposa adornada con corazones y una marca de labios de lápiz labial que decía: ”Hola amor, el desayuno está en la mesa, yo me fui temprano para comprar todo lo necesario para preparar tu cena preferida. Te amo. Tu Jill.”
John se dirigió a la mesa, lugar donde encontró un gran desayuno, además su hijo se encontraba comiendo también allí. Entonces decidió preguntarle qué había sucedido durante la noche anterior para que su madre lo tratará tan bien después de haber llegado borracho.
El hijo respondió: “Llegaste muy ebrio vomitando por todas partes luego, te golpeaste con la mesa del salón y es por eso que tienes el ojo morado”. Al escuchar esto el hombre no entendía cómo estaba todo tan limpio y ordenado. Pero su hijo siguió explicándole: “Cuando mamá te llevo al dormitorio para quitarte la ropa sucia tú le gritaste “Detente, soy un hombre felizmente casado, déjame en paz, en varias ocasiones”-
John no pudo hacer nada más que reírse y saber que todo estaba bien.
¿Alguna enseñanza? Dar la respuesta correcta en el momento correcto y a la persona correcta es algo que realmente no tiene precio.
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