Cuando estaba en la universidad, Adrian Collins quedó embarazada y estaba muy preocupado por la situación en la que vivía. Ella era solo una joven estudiante sin dinero y empezó a sufrir sin saber qué hacer.
Entonces, después de mucho pensar con su cabeza inexperimentada, decidió que lo mejor que podía hacer era entregar a su bebé en adopción. Después de dar a luz, Adrian salió del hospital sin su hija, pero sabía que la pequeña tendría buenos padres adoptivos.
En una entrevista con The Sun, Adrian dijo que optó por una adopción semicerrada, en la que ella podría acompañar la crianza de la niña y tener noticias sobre esta.
“Pasé meses agonizando. Tomé una decisión que me rompió el corazón y opté por una adopción semicerrada. Mi único consuelo era saber que los padres adoptivos, que abrazarían a mi hija, le darían amor incondicional a mi bebé”.
Después de la universidad, Adrian se casó con su novio de toda la vida. Tuvieron tres hijos biológicos y adoptaron a uno más.
“Mientras me dedicaba con la maternidad, siempre pensé en ella. Tenía una caja de recuerdos debajo de la cama, que siempre sacaba. Había fotografías y cartas enviadas por los padres adoptivos”.
Mas Adrian aún podía tener contacto con su pequeña, aunque no dijo que era su madre biológica
“Cuando tenía seis años, mi corazón no soportó. Los padres adoptivos nos invitaron a pasar un día con ellos en un zoológico. Antes de despedirme, le puse un mechón de su cabello rubio detrás de la oreja y dije: ‘Te quiero’. Ella sonrió tímidamente y susurró: ‘Yo también te quiero'”.
Después de algunos años, las dos continuaron viéndose, pero los padres adoptivos de la niña ya no aceptaban este acercamiento.
“Ellos empezaron a dejar de apoyar nuestra relación. Ella se vio obligada a elegir entre la familia biológica o la adoptiva, además de acusarme de robarles a su hija. ¿Qué hice para merecer eso?”
Los padres adoptivos realmente no podían soportar la actitud de Adrian de permanecer tan cerca de su hija sin ser responsables de su educación. Entonces, rechazaron a la niña.
“Ellos le dieron la espalda, la dejaron sin un centavo, diciendo que lamentaban la adopción. El dolor de ver a mi hija sufrir una pérdida fue casi tan insoportable como el día que salí del hospital sin ella”.
Entonces, cuando la joven tenía 18 años, Adrian y su esposo tomaron la decisión de adoptarla. Como ya se conocían muy bien, la niña aceptó.
“Mi marido tuvo la idea y dijo que podíamos encargarnos de ella. Meses después de la invitación, aceptó. Incluso hoy, cuando estamos cara a cara, veo rastros de dolor. Ojalá pudiera curar tus heridas más profundas y borrar los años de separación. En cambio, solo puedo amar a mi hija incondicionalmente y decir que estoy aquí”.
