No es fácil la relación entre suegras y nueras. Muchas veces, las suegras no resisten el hecho de que sus hijos migran al cuidado de otra persona. Las rivalidades entre suegra y nuera pueden llegar a manifestarse incluso en el cuidado de los nietos. Algunas suegras son de armas tomar.
Así parece el caso de la suegra de Tina Plantamura, a quien después de sopesar las cosas, se le ocurrió escribirle esta carta, para poner los puntos sobre las íes. Pero su contenido es realmente sorprendente. Conozca hasta dónde fue capaz de llegar esta nuera ante la manera de ser de su suegra:
Carta a mi suegra en relación a mis 3 hijos:
“Tú siempre me hiciste sentir que me robabas protagonismo. Consentías a mis hijos en todo lo que querían y jamás dijiste que no a sus caprichos: más de pastel, dulces antes de la comida, más tiempo de televisión y más dinero para comprar chucherías en la escuela.
Y pensar que yo hacía un enorme esfuerzo para demostrarte respeto y cariño, y esperaba que dejaras de malcriar a mis hijos. Estaba convencida de que eso los haría crecer como personas malcriadas y egoístas, decididos a obtener todo lo que desearan. Pensé que nunca aprenderían a ser pacientes, a esperar su oportunidad, a compartir con los demás lo que tenían porque siempre aceptabas todos sus deseos con solo abrir su boca.
Incluso si se quedaban dormidos, tú seguían tomándolos en brazos y arrullándolos. ¿Es que acaso no te dabas cuenta de que ellos debían aprender a dormir solos?
Y si hacían el más insignificante ruido, salías corriendo a verlos. ¿Cómo podrían aprender a tranquilizarse por sí mismos?
Siempre sentí algo de resentimiento porque en las fiestas les dabas muchos más regalos que yo. ¿Cómo competir con eso?
¿Y quién no iba a preferir pasar las tardes contigo? Les cocinabas todos sus platos preferidos para comer: un plato diferentes para cada uno de los tres niños. Y en toda ocasión les tenías una sorpresita, un pequeño regalo, un dulce o un premio especial. Yo no deseaba que te vieran como una surtidora de regalos y dulces. Creía seriamente que ellos deberían amarte por tu persona. ¡Válgame que intenté que lo comprendieras, pero nunca me escuchaste!
Invertí mucho tiempo haciendo un esfuerzo por comprender la razón por la que hacías todo eso y cómo lograr que dejaras las cosas así. Claro que se supone que las abuelas son para “malcriar” a los nietos y luego mandarlos a casa, pero tú ibas mucho más allá.
Así fue, hasta que nos dejaste.
Me tocó reunir a los niños y explicarles que su abuela había fallecido. No parecía real, se suponía que tú estarías siempre con nosotros para vivir los momentos especiales, los bailes, las graduaciones, sus bodas, y los bisnietos… Pero su pérdida fue demasiado precipitada y ellos no estaban listos para decir despedirse de su abuela.
A lo largo de todo ese tiempo que pasé deseando que dejaras de malcriarlos, jamás se me ocurrió pensar en lo mucho que los amabas; cada cosa que hacías era una inmensa muestra de amor por ellos: cocinarles, dales regalos, dulces… En fin: tu presencia.
Tu amor de abuela no tenía límites y el amor de tu corazón se irradiaba por todas partes: tu cocina, tu libro de bolsillo, tus palabras y tus infatigables brazos.
No tiene caso ya seguirse lamentando, pero hay días en que me doy cuenta de lo mucho que me equivoqué al no entender tu espléndida generosidad.
Mis hijos, que a estas alturas ya son adolescentes, te extrañan mucho. Y de hecho, no a tus regalos ni a tu dinero, sino a ti.
Ellos extrañan correr hasta la puerta de la casa para darte un abrazo antes de que pusieras entrar. Extrañan verte sonriendo y verte tratando de ganarte su atención; extrañan hablar contigo y escuchar tus palabras de sabiduría, entusiasmo y amor.
Si yo tuviera la oportunidad de hablar contigo nuevamente, te haría saber que cada vez que un momento especial toca mi corazón, cada vez que los chicos logran una nueva meta, cada vez que su perseverancia me sorprende, o sus talentos y triunfos, pienso en ti. Y deseo tenerte de vuelta.
Vuelve y ámalos una vez más como nadie en el mundo sabe hacerlo. Trae tus dulces, tus sorpresas y prémialos con regalos por cada pequeño logro. Prepárales sus comidas preferidas y llévalos de paseo a donde quieran. Vuelve y mira lo mucho que han crecido. Observa cómo cada uno se ha ido convirtiendo en un hombre. Alégrate conmigo mientras disfrutamos el cómo fue que la familia, los amigos, el tiempo y el amor los hizo crecer de esta manera tan maravillosa.
Pero cuanto más deseo que vuelvas, más comprendo que nunca te fuiste.
Ahora lo entiendo todo: los amaste de todas las maneras posibles y sé que como su abuela, les trajiste alegría y propósito. Y claro, sé que no puedes volver a este plano, pero también sé que tu amor por ellos siempre no desaparecerá.
Tu amor les dio bases sólidas y los protegió de maneras que no se pueden explicar con palabras. Tu amor es parte de su presente y lo seguirá siendo en su futuro.
Por todas estas razones, por cada premio y regalo, por cada vez que los tomaste en brazos demasiado tiempo, que los mimaste exageradamente, que les permitiste quedarse despiertos hasta tarde… por todo eso estaré eternamente agradecida. Y sentiré en mi corazón un millón de veces que pudieras hacerlo nuevamente.”
Tina Plantamura
