Stephanie Smith es una mujer médico que, llegado el momento oportuno, decidió formar una familia y tener un hijo. Nada podía ser mejor para ella y su marido, hasta que un día, comenzaron a ver que la piel de su bebé se enrojecía y le salían brotes.
Inmediatamente, Stephanie llevó a su hijo, Isaiah Quinn, al médico. Este le diagnosticó eccema, una enfermedad que provoca manchas rojas y dolorosas en la piel. Para tratar el eccema, el médico les recetó una pomada a base de esteroides.
A los pocos días del tratamiento, todo parecía indicar que el bebé mejoraba. Cumplido el tiempo establecido, suspendieron la aplicación de la medicina. Pero pronto volvió a aparecer el problema.
Stephanie tuvo que acudir nuevamente al médico para buscar una solución urgente. Retomaron el tratamiento y aumentaron las dosis. El niño era absolutamente intolerante a cualquier sensación en la piel. Sentía dolor si lo tocaban, si la ropa le rozaba, si se rascaba.
Descubrieron además que reaccionaba a todos los productos químicos de uso cotidiano en el hogar, tales como detergentes para lavar la ropa, suavizantes, champús, cremas, perfumes, y como es lógico, decidieron retirar todo ello del hogar.
Llegó un punto en que el niño perdió el apetito, comenzó a bajar de peso dramáticamente, y poco a poco se apagaba su vitalidad. Probaron otros tratamientos, pero siempre volvían a los esteroides.
Su madre, que tuvo que dejar su trabajo para poderlo atender, mientras que su marido tuvo que trabajar el doble para cubrir la falta, un día resolvió ponerlo bajo el agua para refrescar y aliviar el ardor y el dolor.
Lo puso bajo el grifo del fregadero y, efectivamente, el niño respondía bien a esos cuidados. Comenzaron entonces a sospechar de los esteroides. Su esposo buscó literatura médica al respecto, y descubrió los efectos terribles de estas sustancias. Le consultaron a otro médico si podían retirarle el medicamento, y este estuvo de acuerdo.
De allí en adelante, ella misma prepararía los ungüentos para su bebé, y así, poco a poco él mejoraría.
Hoy en día, Isaiah es un niño absolutamente normal, y logró sobrevivir. Tiene poco más de dos años, y luce feliz como todo niño de su edad.
Esta historia nos muestra la importancia de tener más de una opinión médica en cualquier caso, pero sobre todo, tratándose de niños tan pequeños, que no pueden decirnos todo lo que sienten.
Mire el vídeo: